Un túnel de más de 100 años recorre el centro porteño y acumula viajes, vagones e historias.
Vivir en el conurbano bonaerense no es fácil. Para llegar a casi cualquier lugar hay que tomarse –mínimo– dos transportes. Tren-subte, tren-bondi, bondi-bondi, bondi-subte, y así. Para los que vivimos en el oeste, el tren Sarmiento es la vía más rápida para llegar a la Ciudad, pero también la más complicada: las condiciones en las que se viaja no son para nada recomendables. Sin embargo, hubo una época en la que me tomaba el Sarmiento todos los días, y luego lo combinaba con el subte para llegar al microcentro.
En esos años, durante un breve lapso de tiempo, cada tanto me daba un lujito: viajaba en un servicio especial, que cubría el tramo entre Puerto Madero y Castelar. Ese servicio duró muy poco: luego el tren diferencial terminaba en Once, lo cual hacía más llevadero ese tramo, pero no evitaba el amontonamiento en el subte. Sin embargo, lo que más me llamaba la atención de ese trayecto era la existencia del túnel por donde andaba el tren, que unía Once con Puerto Madero y parecía haber salido de la nada. Pero claro que no: hay una gran historia detrás de él. ¿Listos para meterse algunos metros bajo tierra?
Un túnel con historia…
A comienzos del siglo XX, en 1906 exactamente, el ingeniero británico David Simpson presentó un proyecto para construir este túnel, con el objetivo de unir el Puerto de Buenos Aires con la playa de cargas de Once. La obra fue autorizada en 1910 y, dos años después, comenzaron los trabajos. La excavación se hizo a pico y pala, con la ayuda de una locomotora para transportar la tierra, como si se tratara de una mina. Las obras finalizaron en 1916, durante la presidencia de Victorino de La Plaza.
El túnel atraviesa el centro porteño por debajo de la Avenida Rivadavia, más abajo de la línea A de subterráneos, que había sido inaugurada en 1913. Los expertos dicen que es una obra de ingeniería impresionante, que resiste intacta hasta el día de hoy. La boca del túnel nace detrás de la Casa Rosada. Luego se mete bajo la tierra 24 metros en las profundidades del suelo y aparece nuevamente en la estación de Once, donde está situada la otra boca. En total, tiene una longitud de 5 kilómetros.
…y con historias
Todo lo que suceda bajo tierra da lugar a leyendas y mitos de todo tipo. Y este túnel no es la excepción. Sus primeros usos estuvieron relacionados con el traslado de trenes de carga que circulaban entre el Puerto y Once. Pero, en ese entonces, las formaciones se movían a vapor, por lo que fueron varias las veces en las que hubo que asistir a maquinistas y guardas semiasfixiados.
También el túnel cuenta historias de contrabandistas, que escondían sus mercancías entre los vagones de carga estacionados en el puerto y luego las buscaban por la estación de Once. Otra de las historias dice que hubo una ocasión en la que volcó una carga de granos de cereal y –ni lentas ni perezosas– una multitud de ratas invadió el túnel.
De las cargas a los pasajeros
En la década del 40, el túnel fue utilizado por una línea de trenes de pasajeros, que contaba con carrocería de madera. Partía de una estación llamada 1° de Marzo, ubicada en la intersección de las vías del puerto con la calle Juan Domingo Perón (en ese entonces llamada Cangallo) y llegaba hasta el barrio de Caballito. Pero el proyecto duró tal solo un año porque implicaba muchas dificultades técnicas. Luego de eso, el túnel cayó en desuso.