Lleno de historia pero también de beneficios para aprovechar y disfrutar. Aquí podra descubrír historias secretas de San Telmo.
Están los que arrastran una inmensa piedra, doblados literalmente por el esfuerzo. También, quien logra erguirse y abrir los brazos como si hubiera roto cadenas. Una mujer que busca el futuro, adelante. Y hay chicos con las manos extendidas, dispuestos para correr hasta abrazar el horizonte.
Esta monumental obra de Rogelio Yrurtia, escultor argentino clave de siglo XX, titulada Canto al trabajo (1922), habla, justamente, de la capacidad liberadora del trabajo sin minimizar el sacrificio. Su título parece no dejar dudas sobre eso.
Sólo parece porque el propio artista se ocupó de dar una vuelta de tuerca a esa lectura.“Su verdadero significado es un canto al amor, una representación de lo que la mujer significa en la vida de los hombres, como sostén, como alegría y esperanza en la lucha. Sabe llevar la angustia (grupo último) al triunfo con la familia (grupo primero) que contempla la alegoría de la esperanza con los tres felices niños”, explicó, según consta en un catálogo que atesora su Casa Museo en Belgrano.
Así que, en el marco del reinado de la idea de progreso material, Yrurtia puso el acento también en lo humano, en otros empujes, en los afectos.
El arte ofrece un mundo ancho de sentidos. Pero no es el único acceso a abanicos de puntos de vista distintos.
De hecho, otros símbolos de San Telmo, el barrio donde están ubicados Canto… y gran parte del corazón de la historia porteña, también guardan memorias rezagadas o más o menos escondidas.
Trabajo y amor. El monumento Canto al trabajo fue realizado por Rogelio Yrurtia (1879-1950) e inaugurado en 1922. Lo forman 14 figuras de bronce y cada una tiene más del doble del tamaño promedio de una persona como la que representa. Pese a que alude al esfuerzo y exalta la libertad, su propio autor lo definió como un homenaje al motor más noble de todo esto: el amor. En Paseo Colón 850.
De Evita a la ingeniería. La base de esta construcción fue levantada para la Fundación Eva Perón. Pero tras la muerte de Evita en 1952 y el derrocamiento de Perón en el ’55, se reformó -hasta 1966- para convertirla en una de las sedes de la Facultad de Ingeniería de la UBA. Es parecida a la de Derecho: monumental (ocupa 46 mil m2 cubiertos) y neoclásica. Así busca inspirar prestigio y forjarse una tradición, es decir, conectarse con las épocas doradas de la antigua Grecia. A fines de 2011, el edificio fue declarado Monumento Histórico Nacional. En Paseo Colón al 800.
Gauchos y tango. El Viejo Almacén fue inaugurado en 1969 por el cantante Edmudo Rivero. Para bautizarlo, se inspiró en Sentimiento Gaucho (1924), tango de Juan Caruso (letra) y Francisco y Rafael Canaro (música), que dice: «En un viejo almacén de Paseo Colón donde van los que tienen perdida la fe…». ? El edificio, en una equina sin ochava, es un clásico porteño. Además, por allí pasaron Aníbal Troilo y Horacio Salgán, entre muchos otros. Y el escritor peruano Mario Vargas Llosa y el bailarín ruso Rudolf Nureyev estuvieron en el público. Sin embargo, en 1993 cerró y reabrió tres años después. Hoy este rinconcito de aires coloniales y alma de tango es un imán para turistas.
Las anécdotas sobre El Viejo Almacén bullen. Una: topadoras municipales le restaron seis metros del frente para el ensanche de la avenida Independencia en junio 1979. Dos: el 8 de mayo de 1994 cientos de personas le festejaron los 25 años frente a su puerta cerrada. Sonaba Leopoldo Federico.
En Balcarce casi Independencia.
Dato II: El local fue homenajeado con una estampilla emitida por el Correo Argentino a fines de la década de 1980.
4) Pasajes. El pasaje San Lorenzo transporta. La mayoría de las construcciones de esta cortada de dos cuadras son de la segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del XX. La galería Los Patios de San Telmo, clásica casona del siglo XVIII, fue reconocida por sus talleres de artistas y artesanos y se convirtió en uno de sus emblemas.
Sin embargo, la «casa mínima» (al 380 del Pasaje), que mide 2,5 metros de ancho y 13 de profundidad, es la más buscada por los visitantes. Es que es única en Capital y tiene su leyenda. Se creyó que allí había vivido un esclavo liberto, a quien su amo le habría donado el terreno. Pero no hay pruebas. Más bien parece ser «un espacio residual», es decir, aquello que quedó de una antigua edificación tras varias reformas. De hecho, el arquitecto José María Peña, ex director del Museo de la Ciudad, encontró en un catastro de 1860 que el actual terreno de la «casa mínima» era de una propiedad que tenía 16 metros de frente y 17 de fondo.
Datos III: Borges se fotografió en la «casa mínima» en 1909 y 1930. Y el poeta Baldomero Fernández Moreno -autor de Setenta balcones y ninguna flor- la describió así: «Una fachada lisa, con una puerta de dos hojas en el medio pintadas de verde con una cerradura y falleba de hierro, y con el número en alto, como una flor en la solapa. Es de dos plantas. Exactamente encima hay un balconcito con barrotes verticales de hierro; detrás de la vidriera de dos hojas y las dos cortinillas iguales, pliegue a pliegue. A un lado del balcón un cacharro con geranios rojos, al otro lado otro cacharro con geranios rojos. En el intervalo cuatro macetas. Y luego, la cornisa: un repulgo de argamasa. La casa se prolonga hacia atrás, pero parece sólo con esa habitación, con esa celda.”
Subterráneo. El «Tercero del Sur», llamado en el siglo XVI Zanjón de Granados, era un riacho que corría desde la zona de la actual Plaza Constitución hasta el Río de la Plata por el pasaje San Lorenzo, recuerdan en Turismo de la Ciudad. En la década de 1980, mientras el propietario de la casa levantada allí la reciclaba para recuperar sus rasgos italianos, se encontró con cimientos de una vivienda del XVIII y objetos de la época colonial, que hoy se exhiben a los visitantes. Un museo inesperado, que sorprende. En Defensa 775. Más información, también sobre horarios y precios, en la web del Zanjón.