Reabre sus puertas el gran predio sobre la Avenida San Juan 350 con entrada gratis ya llego la esperada ampliación que fortalece el Distrito de las Artes.
Construido en 1918 para alojar a la tabacalera Nobleza Piccardo, el edificio original tuvo una primera reforma entre 2005 y 2013, diseñada por el arquitecto Emilio Ambasz, que modificó la fachada y conservó los vestigios de una vivienda del siglo XVIII conocida como «la casa del naranjo». Esos antiguos restos, visibles bajo el piso transparente del auditorio, son parte ahora de un monumental complejo de 11.000m2, a la altura de los principales museos de la región.
Una inversión de 64 millones de pesos permitió igualar la superficie de la sede porteña del Museo Nacional de Bellas Artes, duplicar el espacio anterior destinado a salas de exposición (pasó de 2300m2 a 4000m2), ampliar los espacios comunes y mejorar la circulación. Otro de los cambios principales es el flamante café/tienda, al que se podrá acceder sin necesidad de pagar la entrada al museo, con ventanales que permiten ver las cúpulas de la Iglesia de San Pedro González Telmo.
Ese diálogo con el entorno se profundiza además con ventanas que dejan entrar luz natural a las salas, y abren vistas a una de las zonas de Buenos Aires con mayor patrimonio histórico. «El museo, por su arquitectura original, estaba cerrado al barrio. La idea es que con este nuevo proyecto, San Telmo entre al museo», observa el arquitecto Matías Ragonese, quien trabajó junto a Carlos Sallaberry desde el estudio Manteola/Sánchez Gómez/Santos/Solsona/Sallaberry/Vinson.
Progreso gradual
Esas modificaciones no se perciben desde el exterior porque la fachada ya se había modificado en la primera ampliación, durante la gestión de Laura Buccellato, cuando el Moderno se mudó en forma provisoria al edificio del Correo Central. Entonces se anexó el frente de un edificio que perteneció al Museo del Cine, ubicado sobre la esquina de San Juan y Defensa, que ahora se integra en su totalidad.
«La solución para unificar estos dos edificios fue una fachada verde con patios y balcones jardín, que protegen las exposiciones de la incidencia directa del sol, y también dan una pantalla verde a la calle que recupera la memoria de los balcones y patios coloniales que antiguamente predominaban en el área», explicó entonces Ambasz, quien donó el proyecto inicial y le pasó luego la posta a Sallaberry.
Con el nuevo edificio se estrenan también un espacio destinado actividades educativas, dos ascensores que mejorarán el acceso a los cinco niveles y una imponente escalera escultórica realizada con hierro, mármol y espejos. En marzo se mudará la biblioteca, que actualmente funciona en la calle Alsina.
El espacio de exhibición, al ser divisible, permite montar hasta una docena de salas. Algunas de ellas se destinarán a mostrar desde noviembre el patrimonio del museo, de más de 7000 obras, mientras que las restantes permitirán presentar exposiciones de arte moderno y contemporáneo nacional e internacional.
Toda esa superficie será ocupada hasta octubre por Historia de dos mundos, una megaexposición de 500 obras creadas por un centenar de artistas, que pone en diálogo las colecciones del Moderno y del Museo de Arte Moderno de Frankfurt con piezas provenientes de colecciones de América Latina, Estados Unidos y Europa.
Trabajo en equipo
La palabra «gracias» seguramente será pronunciada hoy varias veces por Victoria Noorthoorn, directora del Moderno, cuando Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, concrete el esperado corte de cintas. Llegar a este momento requirió un crucial esfuerzo de equipo: el importante financiamiento del Gobierno porteño y el apoyo de la Asociación Amigos del Moderno, a través de un proyecto de Mecenazgo, así como de personas y empresas que realizaron donaciones.
«Esta inauguración es un gran ejemplo de cómo el trabajo mancomunado entre los sectores público y privado puede impulsar el apoyo de la cultura como motor de desarrollo», dijo el ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Enrique Avogadro, que participará también del acto oficial.
La historia entera del Moderno es una de múltiples voluntades. Empezando por la de Rafael Squirru, su primer director, quien tuvo la iniciativa de fundarlo en 1956. «El museo soy yo», solía responder con humor el crítico, a la espera de que se construyera la sede que alojaría al museo en el Teatro Municipal General San Martín.
Sin espacio físico, el llamado «museo fantasma» se vio obligado mientras tanto a impulsar muestras en otros museos y galerías, en el Jardín Botánico y hasta a bordo del buque Yapeyú, en un viaje transatlántico que visitó veinte ciudades del mundo.
También la colección del museo, que abarca obras realizadas desde 1920, fue creciendo durante más de seis décadas gracias a adquisiciones y donaciones como las de Ignacio Pirovano, Alberto Heredia, la familia de León Ferrari, Marta Minujín y la Colección Patricia Phelps de Cisneros.
En 1960, finalmente instalado en el Teatro Municipal General San Martín, abrió sus puertas con la Primera Exposición Internacional de Arte Moderno en Argentina, que incluyó obras de más de 240 artistas como Jackson Pollock, Le Corbusier, y Willem De Kooning.
Tres años más tarde, antes de finalizar su gestión, Squirru organizó la Primera Exposición Internacional de Diseño Industrial, con la que mostró su interés por nuevos lenguajes y disciplinas. Una apertura que, desde hoy, se expandirá aún más hacia Buenos Aires.