Se llama Aurora Canessa de 75 años que regresó al país a bordo de un velero luego de navegar durante una década por los mares y océanos del mundo.
Su presencia pasó casi inadvertida en una Buenos Aires “fantasmal” producto de la pandemia por el Coronavirus – Covid-19.
Con todas las fronteras cerradas las autoridades se negaban a darle amarra en Puerto Madero. Eso poco le preocupaba a esta aventurera acostumbrada a vivir a bordo, que se disponía a pasar de un aislamiento elegido a otro obligatorio sobre su velero “Shipping”, cuando finalmente llegó la orden y le permitieron pisar tierra firme en su suelo.
La que sigue es apenas una breve reseña de una mujer que fue corredora de motos, paracaidista, en el ‘92 navegó hasta las Malvinas, ganó como regatista las “500 millas del Río de la Plata” y, no conforme con ello, tras la muerte de su madre, a los 65 años decidió soltar amarras e irse por el mundo impulsada por el viento.
Diez años atrás, Canessa reunió a los por entonces 70 empleados de su empresa —que se llama como su barco— y les dijo: “Me voy a cumplir mi sueño, voy a cruzar el Atlántico a vela en solitario, que es algo muy peligroso, y es posible que no vuelva. Saben que no tengo hijos ni herederos —les dijo mirándolos a la cara—, así que si me pasa algo, esta empresa quedará en sus manos”, y lo puso en su testamento ante escribano.
La vida quiso que Aurora no sólo cruce el océano sino que además navegó y navegó por todos los mares del globo. Y hoy cerró un círculo. “Partimos el 17 de abril del 2010 y cumplimos nuestro sueño (el “Shipping” y yo), navegamos 10 años por el mundo y hoy estamos de regreso en casa”, avisó a sus seres queridos con el último aliento, tras la singladura final que demandó casi 100 horas (4 días) desde Río Grande Do Sul (Brasil), su último puerto el 26 de marzo, hasta Buenos Aires, a donde llegó este lunes 30, acompañada en la ocasión por su amigo Omar Sánchez. “Pese a todo nos tocó una navegación increíble, con viento franco y ceñida ‘rabiosa’, contra todo pronóstico para esta época del año”, contó Aurora, a las pocas horas de volver a Argentina.
Pionera. Durante los 10 años que pasó por el mundo, Aurora Canessa no encontró otra mujer navegante solitaria. Son pocas, y ella, la primera argentina. En Italia fue nombrada socia honoraria de la Liga Naval. “¿Navigare da solo?”, me preguntaban sorprendidos”.
Señora de los mares
Al timón del velero “Shipping” de 32 pies (9,75 m.) —un Pandora 320 construido en 2005 y preparado para el viaje— Canessa tenía previsto durante el regreso realizar una posta en Uruguay, pero debió continuar su navegación hacia nuestro país debido a las restricciones que rigen por el coronavirus. Ahora, como el resto de los ciudadanos que llegaron del exterior, cumple su cuarentena en la casa de una amiga, en un hogar de San Isidro. “Me vine con un bolsito, un par de pilchas y los víveres, el resto de mi vida quedó en el barco”, cuenta. Aunque en su caso la cuarentena será más breve que la del resto de la población “porque la Prefectura me computó los días de aislamiento que transcurrieron en el océano”, explicó.
Debido a las medidas sanitarias el “Shipping” tampoco pudo amarrar en algunos puertos de Brasil, como Florianópolis luego de cruzar el océano Atlántico desde África y descender por la costa sudamericana con proa al Río de la Plata. Al menos pudo recibir la generosa asistencia de los residentes en Brasil de la Asociación Deportiva de Argentinos Navegantes (ADAN), que le facilitaron el combustible, a quienes agradeció “su permanente preocupación y asistencia en estos momentos tan complicados en la navegación”.
No para
Aurora tiene un espíritu que le impide quedarse quieta y ya piensa en escribir un libro mientras el mundo “se acomoda”, para luego volver a Europa, comprar un motorhome con el que quiere recorrer los Alpes, y luego alquilar una barcaza para navegar con amigos por los canales franceses tras la ruta del vino y del paté. También quiere tener una escuela de navegación a vela para mujeres.
Pero todo a su tiempo. Ahora toca la cuarentena y empezar el libro, luego quiere volver a su velero, que es su hogar en el país, ya que vendió su casa al partir hace 10 años. Y cuando las autoridades le permitan volver a navegar decidirá si pone rumbo al puerto de Piriápolis, donde tiene una casa en Uruguay. Mientras tanto sigue fondeada en el puerto de los sueños.
La primera noche en casa de su amiga durmió “en una cama que no se mueve”, dijo entre sonrisas. El descanso se prolongó hasta casi el mediodía de este martes, cuando preparó el mate, mientras leía los cientos de mensajes que le llegaron. “Tengo que bajar decibeles y poner el foco en esto de la supervivencia, que es lo que nos toca”, reflexiona la mujer de los mares para la que “sólo existe el hoy”, asegura. Ella tiene un costado espiritual y dedica parte de su tiempo al reiki. “Me siento muy fuerte y sana, porque la tarea en un barco en altamar demanda mucho esfuerzo”, dice ante el temor generalizado por el virus.
Volver
Cuando un navegante realiza una hazaña como el que supone un cruce oceánico en solitario y a esa edad es habitual que sea recibido por la comunidad náutica a bordo de otras embarcaciones y todo sea una fiesta. Como ocurrió con Vito Dumas en la década del ‘40, por ejemplo, cuando regresó de dar la vuelta al mundo en solitario.
Pero no fue el caso de Aurora Canessa, cuyo arribo pasó inadvertido por la restricción de circulación social. “¿Sabés cuándo me cayó la ficha de que volví? —dijo Canessa ; eran las 8 de la mañana (del lunes), veníamos navegando el canal del Río de la Plata cuando levanté la vista y vi los edificios de Puerto Madero sin el movimiento habitual, era una ciudad fantasma”, describió, y dijo luego: “Lo del no recibimiento es lo de menos, al glamour lo tengo superado a esta altura de mi vida”.
También contó Aurora que mientras navegaba hizo reiki por sus amigos y por el planeta. “No creo en las casualidades, por algo suceden las cosas —reflexionó—, y creo que todo lo que está pasando es un gran aprendizaje”. Luego habló sobre la pandemia: “La psicosis no me llega, no me quiero polusionar. Pienso que cuando me toque es porque así está escrito, no lo sufro ni soy paranoica. Te imaginarás que pasé mil cosas en estos años. Mientras tanto me cuido y tengo salud”.
—Después de navegar los océanos y mares del mundo y arribar a puerto en medio de esta pandemia, ¿existe el miedo?
—El miedo existe, pero lamentablemente no lo tengo, sino no hubiera hecho cosas tan arriesgadas en mi vida, como correr en moto, tirarme en paracaídas o ir a Malvinas en velero.
—Entonces, ¿cuál es su próxima acción?
— Mi idea es vivir a bordo y manejar mi empresa y seguir cumpliendo mis sueños. Aunque sé que todo esto hoy se choca con la realidad, porque no sabemos qué sucederá mañana.
Aurora Canessa tiene 75 años, es dueña de una empresa y navegante oceánica. Además fue paracaidista y corredora de motocicletas. A los 40 años se separó y aprendió a navegar. Su primer velero se llamó “Merlín II”, luego tuvo el “Malabar”, con el que navegó hasta las islas Malvinas en 1992, y tras ganar la tradicional regata “500 millas del Río de la Plata” a bordo del “Fulano”, hizo construir el “Shipping” (nombre de su empresas de mensajeria empresarial), con el que pasó los últimos 10 años navegando por el mundo.