Los vecinos de San Telmo, en alerta por el exceso de turistas y negocios
La funcionaria del área patrimonial del Ministerio de Cultura de la Ciudad, Andrea Cerletti, consideró que «las zonas se van transformando y es normal, pero el Estado debiera mantener el equilibrio entre residentes y turistas en áreas tan turísticas como éstas».
Los vecinos y comerciantes más antiguos de San Telmo siguen eligiendo ese área patrimonial del Casco Histórico porteño, pese a las consecuencias de la gran afluencia de turistas, la mayor cantidad de residentes extranjeros y los altos precios que provocaron la migración de moradores y progresiva desaparición de negocios tradicionales reemplazados por tiendas de diseño, ropa, cadenas de gastronomía y supermercados.
«A muchos les molesta el ruido de la calle Defensa por la cantidad de gente y se van a otros barrios; además, se siente el olor a orina y se ve mucha basura por todos lados; pero yo me quedo en San Telmo porque es un sentimiento», contó a Télam Ada, dueña desde hace 22 años de la mercería Palmira en el mercado de San Telmo, barrio en el que reside hace cuatro décadas.
Ada explicó que su amor por ese lugar supera los cambios que ocurrieron en los últimos años, en los que muchos extranjeros se instalaron para vivir «porque está de moda», y pese a que en su único día libre, los domingos, prefiere encerrarse en su casa porque hay mucha gente en lo que ella denomina como un «barrio de paseo».
Pedro Chiara, ítalo argentino, dueño de una tradicional ferretería sobre Defensa al 700 y residente hace 81 años, desde 1936, admitió que muchos vecinos se fueron del barrio y confesó que «cambió mucho todo» porque las tiendas de marcas de ropa y negocios de artesanías representan la mayor cantidad de negocios que arribaron a San Telmo.
«El alquiler de los negocios está muy caro y las ventas cambiaron mucho porque el turismo de ahora es otro, no compra casi nada, sale a comer y compra algo de ropa. Es imposible vivir acá el fin de semana. Por eso la gente se va y alquilan o venden a turistas», contó Pedro.
Su ayudante desde hace 46 años, Mario Pereira, también residente desde hace 40 en San Telmo, aseguró que el Mercado tradicional del barrio «ya no existe más» por efecto del turismo y las recurrentes crisis del país.
«Ahora son antigüedades y artesanías, antes era un mercado de carnicerías, verdulerías y mercerías», admitió.
La calle Defensa, icono del barrio junto al Mercado por centralizar comercios tradicionales y fachadas antiguas, tiene hoy cuatro tiendas de ropa y de diseño por cuadra y se multiplican las cadenas de conocidas marcas de heladerías, pizzerías, sandwicherías y supermercados, junto a escasos anticuarios que presentan carteles de «Vende».
«Se está dando una gentrificación en todo el Casco Histórico (el barrio de Monserrat y San Telmo), que significa el reemplazo de una actividad o población por otra, por efecto de distintas acciones. En este caso, la mayor afluencia del turismo por ser un área patrimonial de atracción, implicó el desplazamiento de residentes que buscan su conveniencia económica», dijo a Télam Andrea Cerletti, directora de la gerencia operativa del Casco Histórico.
El término gentrificación, proveniente del inglés gentry (alta burguesía), se acuñó en 1964 al estudiar los cambios sociales que se presentaban en Londres con relación al territorio.
La funcionaria del área patrimonial del Ministerio de Cultura de la Ciudad consideró que «las zonas se van transformando y es normal, pero el Estado debiera mantener el equilibrio entre residentes y turistas en áreas tan turísticas como éstas, porque si el barrio se queda sin vecinos y servicios barriales, el lugar empieza a morirse».
Entre los cambios que se dan en San Telmo, se destaca la dificultad económica para los residentes de mantener la conservación de edificios y fachadas, una obligación impuesta por el Código de Planeamiento Urbano, que refuerza la idea de «desarrollar acciones para fortalecer la residencia tendiendo a mejorar las condiciones de habitabilidad y mantener la población original en su propio hábitat, afirmando su integración».
«Si bien existe una desgravación impositiva para edificios catalogados, aquellos que forman parte del listado de viviendas que, por su valor patrimonial, conforman el área APH1 del Casco Histórico, y un subsidio, algunos no están catalogados pero igual deben mantenerse porque se debe preservar todo el área como contexto», agregó Cerletti.
Frente a tal exigencia, muchos residentes eligen emigrar y destinan sus propiedades a alquilarlas a extranjeros o venderlas a grandes cadenas comerciales.
En este sentido, Cerletti comentó que resulta de suma importancia prever un fondo para recaudar e invertir en la conservación del área patrimonial más antigua de la Ciudad, para que el Estado tome un rol activo en asistir a los vecinos e incentivar la permanencia de quienes viven allí desde hace décadas.
«Hay un mecanismo que está contemplado en el Código de Planeamiento Urbano vigente, el Cerec, un fondo donde se destina un porcentaje de los permisos de obra de construcción para realizar tareas que tienen que ver con el patrimonio, pero no se instrumentó nunca», declaró la funcionaria.
Pascual, que atiende su carnicería en el Mercado desde hace más de medio siglo, dijo a Télam que «el turismo no compra y seguimos batallando con la gente del barrio. Cuando empecé éramos veinte carnicerías, ahora somos tres».
Dueño de una moderna cafetería en el centro del Mercado de San Telmo, donde vive hace diez años, José ‘Pepe’ Vales coincidió con el resto de residentes y comerciantes consultados por Télam sobre los cambios que está viviendo el barrio.
«Es muy llamativo que muchos extranjeros se vienen a vivir acá pero que, sin embargo, no se cuida el barrio, los contenedores son un desastre, y hay mucha mugre», contó Vales, quien agregó que si bien sigue eligiendo su barrio una y otra vez, «la gente y los anticuarios se están yendo sin parar, vinieron las grandes marcas para quedarse y los precios no paran de subir. (San Telmo) es la última joya de Buenos Aires, pero no se la cuida», concluyó.