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El Paseo del bajo en la recta final

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Corría 1965 cuando Buenos Aires comenzaba a pensar en una solución para la conexión norte-sur de la ciudad.
La Autopista Ribereña, como se llamó a ese primer proyecto, consistía en construir una vía elevada frente a los docks de Puerto Madero, que en ese entonces no era uno de los barrios porteños más modernos, lucía sus barracas y depósitos deteriorados tras su destino trunco como puerto comercial.

Desde ese momento hasta hoy, se desarrollaron 27 proyectos que incluyeron ideas desde de secar los canales para usarlos como avenidas, hasta playas de estacionamiento sobre el río y túneles que surcaran las entrañas de la Reserva Ecológica. El impacto de las soluciones se percibía aún peor que el problema que se buscaba resolver.

En paralelo a las ansias por encontrar una respuesta, Puerto Madero se transformó. A medida que crecía el polo gastronómico se abrieron calles y avenidas, parques y plazas, edificios que primero tuvieron destino de oficinas y que pronto atrajeron a familias también. Los comercios crecieron, llegaron los turistas y con ellos los hoteles y la oferta cultural. Una universidad atrajo a los jóvenes.
En otras palabras, se había creado un nuevo barrio elegido para trabajar para estudiar, para vivir y disfrutar.  Sin embargo, el barrio más moderno de Buenos Aires continuaba separado del resto de la Ciudad por una pared feroz, conformada por los camiones y colectivos de larga distancia que cruzaban a diario el derrotero ineludible hacia el puerto y la terminal de Retiro. La búsqueda de una solución viable en términos urbanísticos, ambientales y económicos se volvió imperiosa.

Con ese horizonte como meta, el equipo de obras del ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte junto a Autopistas Urbanas llegaron al proyecto número 28: el Paseo del Bajo, un corredor vial de 7,1 kilómetros, con una vía exclusiva para tránsito pesado y de pasajeros que corre en trinchera, y dos vías de tránsito liviano en superficie. Esta nueva propuesta se convirtió en superadora al tomar el enfoque ambiental como eje, permitiendo vincular el Bajo con Puerto Madero a través cruces peatonales y un gran parque lineal de alrededor de 165.000 metros cuadrados de verde.

El 2 de enero de 2016 se iniciaron los procesos formales para la planificación de la ingeniería y la conformación de los pliegos de licitación, trabajo que ya venía proyectándose desde antes, conscientes de la necesidad de actuar con apremio frente a la posibilidad de ejecutar una obra de tal magnitud.
Sin embargo, aún restaba una importante prueba por sortear y era la de conseguir el financiamiento necesario.Y en este punto fue clave el acompañamiento del, por aquellos días, recién electo gobierno nacional. Con su apoyo, la Ciudad pudo acceder a créditos internacionales para infraestructura, algo prácticamente inédito hasta ese momento.
Así es como el Banco de Desarrollo de América Latina se comprometió con el crédito necesario para la ejecución de la obra, el más grande otorgado por la entidad para un proyecto único. Hoy, con la obra iniciada, estamos en condiciones de afirmar que más de un millón de personas entre vecinos, automovilistas y aquellos que trabajan en la zona a diario se verán beneficiados.

El Paseo del Bajo permitirá que un ómnibus que antes tardaba casi una hora en recorrer esas 70 cuadras que separan el ingreso de la Ciudad y la terminal de ómnibus de Retiro –un cuarto de lo que significa su viaje completo a la ciudad de Mar del Plata a 400 kilómetros de distancia- lo haga en tan solo 7 minutos. El impacto positivo sobre la logística de mercaderías hacia el puerto también será enorme.

El Paseo del Bajo, junto con su parque lineal, permitirá, también, reemplazar el humo y tráfico protagonistas de esta zona de la Ciudad, por nuevos espacios verdes con porteños, bonaerenses y turistas caminando, andando en bicicleta y disfrutando al aire libre. Poner en marcha y cumplir con esta gran obra tampoco habría sido posible sin la participación de 17 organismos -entre municipales y nacionales- que unieron sus voluntades para lograr un objetivo común, el de trabajar en equipo para brindar esa solución que la historia de la ciudad reclamaba.