Este proyecto es parte del proceso de integración del barrio y nació como una huerta orgánica comunitaria y autogestiva que desde hace pocas semanas comercializa sus alimentos al Patio de Comidas lindero, lo que les permite tener un ingreso sostenido.
Así lo contaron Edelmira Flores y Elizabeth Cuenca, las dos representantes del grupo que las enorgullece y emociona. “Hemos pasado muchas horas aquí para lograr esto”, reconocerá una de ellas visiblemente emocionada entre las hojas verdes que rebosan de clorofila y los aromas de verduras y especias que harán jugar a la memoria.
En el trayecto por los 300 metros cuadrados entre el sector de huerta y vivero, donde hay plantines de futuros árboles nativos, las mujeres contarán que Vivera Orgánica del Barrio Rodrigo Bueno -así se llama-, es el resultado de la actividad iniciada en la huerta barrial que ya venían desarrollando y que a los conocimientos que ya tenían, porque provienen de zonas rurales, en octubre de 2019 se sumó la Fundación Un Árbol para mi vereda que encabeza proyectos en diferentes ámbitos de la Ciudad y los articula con la Agencia de Protección Ambiental (Apra).
Juntos rescataron los conocimientos y prácticas culturales nativas del grupo de mujeres oriundas de Perú que, con ese fin, en 2017, comenzaron a recuperar sus tradiciones, métodos de producción y mantenimiento de los espacios verdes del barrio como parte de la calidad de vida comunitaria. Al año siguiente, el Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC) comenzó a acompañarlas en la iniciativa que derivó en el proyecto de vivero-huerta que fue parte del proceso de reurbanización barrial.
“Un bolsón de cuatro kilos cuesta $250 acá y $400 para las personas de otros barrios.
Lo que recaudamos lo usamos para generar ingresos que se vuelcan al mantenimiento de la huerta y el vivero», asegura Elizabeth Cuenca, una de las mujeres a cargo de la huerta.