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Cierran locales Gastronómicos emblemáticos

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El desastre comercial originado a partir de la expansión doméstica del Covid-19 no deja ampliar su sombra más funesta. Y no pasa una semana sin que algunos de los puntos clave de la economía de la Ciudad no reciba un nuevo golpe por efecto del derrumbe del consumo local y la ausencia total de visitantes.

El ocaso tras la irrupción del coronavirus, hace poco más de un año, cobró forma en Puerto Madero de la mano de una cuarentena que liquidó la vida comercial del barrio. Luego, el paisaje de las persianas bajas se multiplicó hasta San Telmo y se agigantó sobre las peatonales de Lavalle y Florida. También tomó envión sobre Avenida de Mayo.

Ahora, los cierres se empezaron a ser sostenidos en otro tramo del centro de la Ciudadel Bajo. A fines del mes pasado ocurrió uno de los casos que encendió las alarmas respecto de lo que ocurre en ese punto de la geografía porteña: la tradicional parrilla Las Nazarenas, ubicada frente al hotel Sheraton de justamente del barrio de Retiro, dijo adiós para siempre.

Inaugurada en 1981 por la familia Barbería, emergió como el primer gran asador criollo ubicado en esa zona del centro porteño. En 1997, la parrilla en cuestión llegó a ser declarada espacio turístico de interés nacional.

Hace apenas una semana trascendió el cierre de Filo, ubicado en San Martín al 900. El emprendimiento, un clásico de los años 90 que combinada gastronomía y arte, terminó apagándose por efecto de una demanda casi inexistente y, en simultáneo, la imposibilidad de seguir afrontando los costos operativos. De su promedio de 150 comensales diarios de los meses previos a la llegada del coronavirus a la Argentina, el sitio bajó a menos de 20.

Sólo en ese tramo de la calle antes mencionada cerraron de forma definitiva otros puntos de peso en términos de oferta culinaria. Por mencionar dos casos, Down Town Matías y el taiwanés Bao Kitchen tampoco pudieron soportar el contexto y abandonaron esa zona de Retiro.

Siempre en la misma área, en sendas como Reconquista, es posible ubicar al menos tres comercios cerrados por cuadra. Los bares, por supuesto, también se cuentan entre las víctimas del mal momento. Días atrás, dejó de existir The Kilkenny, aquel emprendimiento que concentraba multitudes en cada celebración del Día de San Patricio.

Ubicado en Marcelo T. de Alvear y Reconquista, en sus mejores años -duró 23 en funcionamiento- supo reunir a más de 70.000 personas en los festejos vinculadas a la tradición irlandesa.

El inminente abril, anticipan fuentes en el sector gastronómico, será de profundización del desastre. A tono con esto último, Paula Comparatore, chef y dueña de El Federal, ya informó que el restaurante cesará su funcionamiento durante ese mes.

El emprendimiento promedia menos de 5 cubiertos diarios siendo que en la etapa de pre pandemia rara vez bajaba de los 80. «No hay a quién venderle comida», declaró en estos últimos días. Desaparición del turismo y el fin de la demanda proveniente de las oficinas de la zona, sumado a un nivel de gastos cada vez más exacerbados por variables como la inflación, aceleró la decisión de poner punto final.

También a principios de mes bajó sus persianas The Shamrock, que funcionaba sobre Rodríguez Peña al 1.200. La ausencia de los ATP, sumado al fuerte endeudamiento -incluso impositivo- resultó demasiado para sus propietarios.

En Cochabamba y Entre Ríos, también de forma reciente, dejó de funcionar La Ibérica, un espacio de minutas demandado por empleados de bancos, colegios y empresas de la zona. Funcionaba en ese lugar desde 1983.

En Palermo, en tanto, durante 2020 quedaron «fuera de combate» Ragnar Beer Pub y Valk Taproom, seguidos por ClaraBad Toro. Todos emprendimientos situados en torno a la Plaza Cortázar. La hamburguesería Whoopies también bajó persianas en la misma zona.

Mayo de 2020 fue el mes en el que cerró La Flor de Barracas, un bar notable con más de 115 años de antigüedad. «El coronavirus, con la extensa cuarentena que trae como consecuencia, termina de asfixiar nuestra actividad que ya venía herida y era sostenida a costa de un gran esfuerzo familiar», escribió Carlos Cantini responsable del espacio.

San Telmo, en tanto, acumula cierres como el de los bares o pubs Chin Chin -Estados Unidos al 500-, Bar Bazul -San Lorenzo 328- y Debar -Defensa 502-, entre otros.

Una preocupación sectorial

En el seno de las organizaciones que nuclean a los emprendimientos gastronómicos de la Ciudad lo que manda es la desazón.

«Estamos peor que en el 2001. Esto no se vivió nunca. Durante aquella crisis el problema grave duró unos meses y luego comenzó la reactivación. Acá llevamos un año prácticamente sin demanda. Los turistas no vienen, la gente no vuelve a las oficinas. Es un escenario de problemas inédito», resumió recientemente Ariel Amoroso, presidente de la AHRCC, la asociación que integra a los restaurantes, bares, confiterías, hoteles y cafés porteños.

«Los restaurantes, desde las avenidas Entre Ríos y Callao en dirección al Bajo, al río, están prácticamente todos en situación terminal. Esto incluye macro y microcentro, San Telmo, Monserrat, Retiro y Puerto Madero. Son barrios que a partir de la pandemia dejaron de tener movimiento de gente. La situación de Avenida de Mayo es directamente para llorar: hay cuadras donde no hay un solo local en pie».

Amoroso expuso, como otro ejemplo del derrumbe, la situación de la avenida en Corrientes en horas de la noche. «A las 10 de la noche no queda nadie. La falta de afluencia a los teatros, por ejemplo, complica mucho el escenario», dijo.

El directivo sostuvo que la sucesión de cierres responde a un combo que combina desde la mencionada falta de turismo y personal de oficinas hasta el fuerte endeudamiento que enfrentan los comercios y el retiro de ayudas oficiales como los ATP.

«Hoy algunos gastronómicos perciben los REPRO, que representan 12.000 pesos por empleado y es un aporte que por ahora llega hasta mayo. Veremos si se lo refuerza. Lo que necesitamos es que la gente salga, circule. Sin demanda la supervivencia se hará imposible», concluyó.